Don de consejo en María


 


Don de consejo en María



Mensaje, 25 de noviembre de 2005

“¡Queridos hijos! También hoy los invito: oren, oren, oren hasta que la oración se convierta en vida para ustedes. Hijitos, en este tiempo de manera especial oro ante Dios para que les dé el don de la fe. Sólo en la fe descubrirán el gozo del don de la vida, que Dios les ha dado. Vuestro corazón sentirá gozo al pensar en la eternidad. Yo estoy con ustedes y los amo con tierno amor. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado! ”



Las virtudes cristianas y los dones del Espíritu Santo resplandecían en la Madre de Dios y de los hombres al compás de las circunstancias, es decir, según la trama providencial gesta su vida. En sus palabras y en sus actos nunca hubo la menor falta.  Lo mismo que Jesús, "era perfecta en todas las cosas".

El don de consejo quía e impulsa as acciones de María hasta las más insignificantes acciones. Ella hacía pasar sin esfuerzos las más sublimes luces de la contemplación a los detalles más minúsculos de su vida práctica. La Virgen que recibe al anuncio del Ángel y proclama el Magníficat en la casa de Zacarías e Isabel, es la misma que ruega y pide a su Hijo por el clamor y necesidad de las bodas en Caná. Es la misma que permanece con modestia  fidelidad al pie de la Cruz, colaborando con la inmolación de su Inmaculado Corazón, unida al único sacrificio eficaz y salvador, de nuestro Señor. Acompaña y convoca maternalmente a los Apóstoles al cenáculo orante del Pentecostés, y guía como Madre silenciosa a la Iglesia en su súplica y testimonio.

  Mantiene su alma el equilibrio y la ponderación, en una suprema adaptación a las circunstancias de su ambiente social. Ella ha ido realizando, día tras día, plenamente y en la fe, todos los designios de Dios relativos a ella. Bajo la dirección personal y constante del Espíritu Santo, la Madre de Jesús pasó como peregrina y discípula, trazando el camino para los sencillos y humildes, de los pequeños y fieles en lo poco, para ser magnánimos en la entrega total de la vida al querer de Dios.

El don de consejo perfecciona la virtud de la prudencia, haciéndonos juzgar con prontitud y seguridad, por una especie de intuición sobrenatural, sobre lo que debemos hacer, especialmente en los casos difíciles. El objeto mismo del don de consejo es la buena dirección de las acciones particulares.

Admirable fue este don en María, a quien la Iglesia llama Madre del Buen Consejo. De hecho, el alma de María estuvo siempre volcada a Dios, de quien recibió con facilidad todas las aspiraciones, por lo que ella, más que cualquier otro santo, puede aplicar las palabras: Tu protección será un buen consejo y la prudencia te salvará (Prov. II, 11).

Pero fue especialmente en dos circunstancias que María Santísima nos hizo saber la forma eminente en que poseía este precioso don.

Esto sucedió, primero, en su presentación en el Templo, cuando, por inspiración divina, supo que agradaba a Dios que se le consagrara, desde la niñez, por voto de virginidad perpetua. En segundo lugar, fue en su Anunciación, cuando, al ser saludada por el Ángel como llena de gracia, y cuando se le pidió su consentimiento para el cumplimiento de la Encarnación, acudió al Nuncio celestial para conocer cuáles eran las disposiciones divinas a su respecto y conocidas éstas, se ofreció totalmente, como sierva, al Señor.


"Padre, líbranos de todo lo que ha tomado el primer lugar en nuestra vida y que impide que Tú ocupes ese lugar. Padre, sana nuestras relaciones a fin de que seamos curados y lleguemos a ser santos. Danos amor unos por otros, Te lo suplicamos y sana las relaciones que están lastimadas en las familias, a fin de que cada esposo pueda decirle a su esposa: "Te deseo el bien", que cada esposa pueda decirle a su esposo: "También yo te deseo el bien," que los padres unidos puedan decir a sus hijos eso mismo y también éstos puedan responderles igual. Que el bien encuentre espacio en las familias, de tal modo que en todas las familias, por Jesucristo, Tu Hijo, puedan vivir en paz y en el bien. Concede el gozo a todos los corazones y especialmente a los que en estos momentos están tristes porque nadie los ama, porque piensan que nadie les desea el bien y por favor, libera todos los corazones del odio y de cualquier sentimiento negativo, para que la alegría ilumine a todas las personas. Y danos el espíritu de oración para que nuestro corazón esté constantemente extendido hacia Tu Hijo Jesús. Te suplicamos que nos envíes a Tu Espíritu Santo para que El pueda transformarnos en nuevas personas que viven en Ti y actúan a partir de Ti, por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén."


(Fray Slavko , Medjugorje, Enero 27 de 1998)