La Inmaculada Concepción








Mensaje, 25 de febrero de 1987 

“¡Queridos hijos! Hoy deseo envolverlos con mi manto y conducirlos a todos hacia el camino de la conversión. Queridos hijos, les ruego, entreguen al Señor todo su pasado, todo el mal que se ha acumulado en sus corazones. Yo deseo que cada uno de ustedes sea feliz, pero con el pecado nadie puede serlo. Por tanto, queridos hijos, oren y en la oración, ustedes conocerán el nuevo camino del gozo. El gozo se manifestará en sus corazones y así podrán ser testigos gozosos de lo que Yo y mi Hijo deseamos de cada uno de ustedes. Yo los bendigo. Gracias por haber respondido a mi llamado! ”


María —elegida de modo particular y eternamente por Dios en su amoroso designio de salvación— ha experimentado también de modo especial la salvación: fue redimida de modo excepcional por obra de Aquel, a quien Ella, como Virgen Madre, debía transmitir la vida humana.
San Pablo en la Carta a los Efesios escribe: “Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido, en la persona de Cristo, con toda clase de bienes espirituales y celestiales. El nos eligió en la Persona de Cristo —antes de crear el mundo— para que fuésemos santos e irreprochables en El por el amor” (Ef 1. 3-4).
Estas palabras se refieren de modo particular y excepcional a María. Efectivamente, Ella, más que todos los hombres y más que los ángeles— “fue elegida en Cristo antes de la creación del mundo”, porque de modo único e irrepetible fue elegida para Cristo, fue destinada a El para ser Madre. (San Juan Pablo II,  08-12-1980)

Ante la nueva e inestimable gracia, las cosas todas saltaron de gozo, al sentir que, en adelante, no sólo estaban regidas por la presencia rectora e invisible de Dios su creador, sino que también, usando de ellas visiblemente, las santificaba. Tan grandes bienes eran obra del bendito fruto del seno bendito de la bendita María.
Por la plenitud de tu gracia, lo que estaba cautivo en el infierno se alegra por su liberación, y lo que estaba por encima del mundo se regocija por su restauración. En efecto, por el poder del Hijo glorioso de tu gloriosa virginidad, los justos que perecieron antes de la muerte vivificadora de Cristo se alegran de que haya sido destruida su cautividad, y los ángeles se felicitan al ver restaurada su ciudad medio derruida.
¡Oh mujer llena de gracia, sobreabundante de gracia, cuya plenitud desborda a la creación entera y la hace reverdecer! ¡Oh Virgen bendita, bendita por encima de todo por tu bendición queda bendita toda criatura, no sólo la creación por el Creador, sino también el Creador por la criatura!  (San Anselmo, Obispo) 

“Por la plenitud de Tu gracia, lo que estaba cautivo en el infierno se alegra por su liberación, y lo que estaba por encima del mundo se regocija por su restauración. En efecto, por el poder del Hijo glorioso de tu gloriosa virginidad, los justos que perecieron antes de la muerte vivificadora de Cristo se alegran de que haya sido destruida su cautividad, y los ángeles se felicitan al ver restaurada su ciudad medio derruida.”


Por la Concepción Inmaculada de María, es aplastado el plan maligno de destrucción de la humanidad, y establecida la victoria del Amor Divino, manifestado en esta plenitud de la vida de unión con Dios, que se le otorga, por los méritos de Cristo, a  Maria nuestra Madre, llena de Gracia.
A esta victoria nos invita la Reina de la Paz, cuando nos dice el 25 de Febrero del Año 1987:
“Queridos hijos, les ruego, entreguen al Señor todo su pasado, todo el mal que se ha acumulado en sus corazones. Yo deseo que cada uno de ustedes sea feliz.”
Que la Reina de la Paz nos alcance la alegría de vivir en la gracia del Señor.