Kaire María







Mensaje, 25 de mayo de 1998 

“¡Queridos hijos! Hoy los invito para que se preparen a la venida del Espíritu Santo, a través de la oración y el sacrificio. Hijitos, este es un tiempo de gracia y por eso, los invito nuevamente para que se decidan por Dios Creador. Permítanle que los cambie y los transforme. Que vuestro corazón esté preparado a escuchar y vivir todo lo que el Espíritu Santo tiene en su plan para cada uno de vosotros. Hijitos, permitan al Espíritu Santo conducirlos por el camino de la verdad y la salvación a la vida eterna. Gracias por haber respondido a mi llamado! ”


El saludo del ángel a María. En la traducción italiana el ángel dice: "Te saludo, María". Pero la palabra griega original -"Kaire"- significa de por sí "alégrate", "regocíjate". Y aquí hay un primer aspecto sorprendente:  el saludo entre los judíos era "shalom", "paz", mientras que el saludo en el mundo griego era "Kaire", "alégrate". Es sorprendente que el ángel, al entrar en la casa de María, saludara con el saludo de los griegos:  "Kaire", "alégrate", "regocíjate". Y los griegos, cuando leyeron este evangelio cuarenta años después, pudieron ver aquí un mensaje importante:  pudieron comprender que con el inicio del Nuevo Testamento, al que se refería esta página de san Lucas, se había producido también la apertura al mundo de los pueblos, a la universalidad del pueblo de Dios, que ya no sólo incluía al pueblo judío, sino también al mundo en su totalidad, a todos los pueblos. En este saludo griego del ángel aparece la nueva universalidad del reino del verdadero Hijo de David. Pero conviene destacar, en primer lugar, que las palabras del ángel son la repetición de una promesa profética del libro del profeta Sofonías. Encontramos aquí casi literalmente ese saludo. El profeta Sofonías, inspirado por Dios, dice a Israel:  "Alégrate, hija de Sión; el Señor está contigo y viene a morar dentro de ti" (cf. Sf 3, 14). Sabemos que María conocía bien las sagradas Escrituras. Su Magníficat es un tapiz tejido con hilos del Antiguo Testamento. Por eso, podemos tener la seguridad de que la Virgen santísima comprendió en seguida que estas eran las palabras del profeta Sofonías dirigidas a Israel, a la "hija de Sión", considerada como morada de Dios. 
Y ahora lo sorprendente, lo que hace reflexionar a María, es que esas palabras, dirigidas a todo Israel, se las dirigen de modo particular a ella, María. Y así entiende con claridad que precisamente ella es la "hija de Sión", de la que habló el profeta y que, por consiguiente, el Señor tiene una intención especial para ella; que ella está llamada a ser la verdadera morada de Dios, una morada no hecha de piedras, sino de carne viva, de un corazón vivo; que Dios, en realidad, la quiere tomar como su verdadero templo precisamente a ella, la Virgen. ¡Qué indicación! Y entonces podemos comprender que María comenzó a reflexionar con particular intensidad sobre lo que significaba ese saludo. 
Pero detengámonos ahora en la primera palabra:  "alégrate", "regocíjate". Es propiamente la primera palabra que resuena en el Nuevo Testamento, porque el anuncio hecho por el ángel a Zacarías sobre el nacimiento de Juan Bautista es una palabra que resuena aún en el umbral entre los dos Testamentos. Sólo con este diálogo, que el ángel Gabriel entabla con María, comienza realmente el Nuevo Testamento. Por tanto, podemos decir que la primera palabra del Nuevo Testamento es una invitación a la alegría:  "alégrate", "regocíjate". El Nuevo Testamento es realmente "Evangelio", "buena noticia" que nos trae alegría. Dios no está lejos de nosotros, no es desconocido, enigmático, tal vez peligroso. Dios está cerca de nosotros, tan cerca que se hace niño, y podemos tratar de "tú" a este Dios. (Benedicto XVI, 18 de diciembre de 2005)

El papel de María con relación a la Iglesia y a nosotros los fieles del pueblo santo, es inseparable de su unión con Cristo y deriva directamente de éste vínculo indivisible que se establece en la maternidad Divina de María y de la acción sublime del Espíritu Santo, en la vida de nuestra Madre Santísima. (LG 57)
Por su total adhesión a la voluntad del Padre, a la obra redentora de su Hijo, y a toda moción del Espíritu Santo, la Virgen María es para la Iglesia el modelo de la fe y de la caridad.
Quien es llamada Esposa del Espíritu Santo, conoce, discierne,  y es conducida en unión a la Divina Voluntad de un modo inalcanzable hasta para los mismos ángeles. 
Ese vínculo con la Bondad y la Verdad Divina es la cumbre de la Felicidad. El “Alégrate” con la que el Angel saluda a María es la expresión que remece a toda la creación, que contempla con expectación la predilección de Dios, por María en cuyos brazos nos ve a todos nosotros.