Don de ciencia en María

 






Don de ciencia en María





Mensaje, 14 de marzo de 1985

“¡Queridos hijos! En sus vidas, todos ustedes han experimentado momentos de luz y de tinieblas. Dios concede a cada hombre reconocer el bien y el mal. Yo los invito a llevar la luz a todos los hombres que viven en tinieblas. Cada día llegan a sus casas personas que están en tinieblas. Queridos hijos, dénles ustedes la luz. Gracias por haber respondido a mi llamado! ”




La Encarnación del Verbo no apartó a la Madre de Dios de su medio ambiente de vida. La Madre de Jesús paso por esta tierra como una mujer  común, sin mancha de pecado pero participando de las mismas condiciones de toda existencia humana, de nuestras mismas dificultades de cada día, enriqueciéndose cotidianamente con una mayor experiencia de las criaturas, juzgada siempre por ella a la luz de Dios.
La Madre de Jesús poseía, en un modo eminente, el espíritu de ciencia que quiere ayudar a distinguir el bien del mal en las criaturas que viene tratar a diario. 
Dios le había considerado la Virgen Inmaculada. Jamás había experimentado ella el mal. Paso por la tierra como purísimo reflejo de Dios.

Y sin embargo, ninguna otra criatura ha juzgado con tanta seguridad acerca del pecado. Ella percibía el mal con infalible instinto divino. El espíritu Santo la esclarecía ilustraba respecto a todo.

 Madre de Dios Salvador, su amor le daba a reconocer la bondad y la malicia de todos los hombres, sus hijos. El Evangelio nos describe a nuestra Madre rodeada de buenos, como los pastores y reyes, como de malos, que buscaban al Niño para matarlo, por lo que San José los lleva a Egipto. Y Ella tiembla por los peligros y sufrimientos que vive su Hijo.Ella conoce nuestras fragilidades y el sufrimiento que es consecuencia de nuestros pecados, pero tambien conoce todos nuestros sentiminetos humanos elevados por la gracia de su Hijo. Su corazón maternal envuelve en una misma caridad, que es el amor de Dios, a su Hijo Jesús y a la multitud de hijos adoptivos.
  Tanto los seres humanos, como todas las realidades creadas, aparecían a sus ojos iluminados por la claridad de Dios, y por el contraste que causa el fuego del amor del Espíritu Santo, también puede distinguir claramente las sombras del mal.  Solo Élla, despues de Dios, mejor que nadie, discernía la perfidia que implicaban las preguntas de los fariseos, de los saduceos y de los doctores de la ley que se proponían destruir a su Hijo Jesús.
 Ninguna creatura poseyó como Ella la "ciencia de los santos", el conocimiento del bien, para distinguirlo del mal, las secuelas de la caida del pecador y las posibilidad de redención de la que es capaz la Sangre Preciosa de su Hijo y Redentor.


El don de la ciencia puede definirse como aquello que, bajo la acción iluminadora del Espíritu Santo, perfecciona la virtud de la Fe, haciéndonos conocer las cosas creadas en su relación con Dios.
Los objetos del don de la ciencia son, por tanto, las cosas creadas en cuanto que nos conducen a Dios, de donde proceden todas y por las que todas son preservadas. Son como escalones para subir a Él.
La Madre de Jesús poseía en grado eminente el don de ciencia, que la ayudó a distinguir el bien del mal en las criaturas con las que trataba a diario. Dios la había mantenido virgen, sin mancha. Nunca había experimentado el mal. Pasó por la Tierra como puro reflejo de Dios.
 Ella percibía el mal con un instinto divino infalible. El Espíritu Santo la iluminó e ilustró sobre todo.
Paseó por la creación maravillándose de descubrir en ella, a cada paso, un reflejo de los esplendores del Verbo. A sus ojos aparecían hombres y cosas iluminados por la claridad de Dios y, por contraste, también distinguía perfectamente la sombra del Mal. 


 El don de ciencia nos hace juzgar correctamente las cosas creadas en su relación con Dios; el don de inteligencia descubre la íntima armonía de las verdades reveladas; el don de sabiduría nos hace juzgar, apreciar y degustar las cosas divinas (reveladas). Los tres tienen en común que nos dan un conocimiento experimental, o casi, porque nos hacen conocer las cosas divinas no a través del razonamiento o la reflexión, sino a través de una luz superior que nos hace llegar a ellas como si tuviéramos la experiencia.


Atentamente Padre Patricio Romero



"Padre, líbranos de todo lo que ha tomado el primer lugar en nuestra vida y que impide que Tú ocupes ese lugar. Padre, sana nuestras relaciones a fin de que seamos curados y lleguemos a ser santos. Danos amor unos por otros, Te lo suplicamos y sana las relaciones que están lastimadas en las familias, a fin de que cada esposo pueda decirle a su esposa: "Te deseo el bien", que cada esposa pueda decirle a su esposo: "También yo te deseo el bien," que los padres unidos puedan decir a sus hijos eso mismo y también éstos puedan responderles igual. Que el bien encuentre espacio en las familias, de tal modo que en todas las familias, por Jesucristo, Tu Hijo, puedan vivir en paz y en el bien. Concede el gozo a todos los corazones y especialmente a los que en estos momentos están tristes porque nadie los ama, porque piensan que nadie les desea el bien y por favor, libera todos los corazones del odio y de cualquier sentimiento negativo, para que la alegría ilumine a todas las personas. Y danos el espíritu de oración para que nuestro corazón esté constantemente extendido hacia Tu Hijo Jesús. Te suplicamos que nos envíes a Tu Espíritu Santo para que El pueda transformarnos en nuevas personas que viven en Ti y actúan a partir de Ti, por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén."


(Fray Slavko , Medjugorje, Enero 27 de 1998)