Don de piedad en María




Don de piedad en María



Mensaje, 25 de octubre de 1998


“¡Queridos hijos! Hoy los invito a que se acerquen a Mi Corazón Inmaculado. Los invito a que renueven en sus familias el fervor de los primeros días, en que los invité al ayuno, a la oración y a la conversión. Hijitos, aceptaron Mis mensajes con el corazón abierto, aunque no sabían lo que era la oración. Hoy los invito a que se abran totalmente a Mí, a fin de que pueda transformarlos y llevarlos al Corazón de Mi Hijo Jesús, para que El los llene con Su amor. Así, hijitos, encontrarán la paz verdadera, la paz que únicamente Dios les da. Gracias por haber respondido a mi llamado!”



 El Espíritu Santo, con sus toques multiformes, esclarecía la inteligencia de la Madre del Verbo mediante sus dones de inteligencia, de ciencia, de sabiduría y de consejo. Inspiraba su vida de oración y sus sentimientos religiosos mediante el don de piedad. La sostenía en su misiónde Corredentora del mundo mediante el don de fortaleza, conservaba su alma con una santidad sin tacha mediante el don de temor, actuaba en ella de una manera especial para ayudarla en su vocación única de Madre de Dios y del Cristo total.

  Se ha de tener presente al máximo el coeficiente individual del sujero cuando se estudian las virtudes o los dones del Espíritu Santo en un alma. Cada una tiene su régimen particular. El Espíritu Santo no actúa del mismo modo en el alma de Cristo que en la de la Virgen o en los santos.

 El don de piedad se desarrolla en María, como los demás dones, bajo la dominante de su cualidad de Madre.  Tal es el puesto y misión que le fue asignado en el plan de Dios: Madre de Jesús y Madre del Cristo total. Ella es "Toda Madre". Todo en ella converge hacia su maternidad divina y espiritual.

 El don de piedad es la disposición habitual que el Espíritu Santo pone en el alma para excitarla a un amor filial hacia Dios.

La piedad tiene una gran extensión en el ejercicio de la justicia cristiana: se prolonga no solamente hacia Dios, sino a todo lo que se relacione con El, como la Sagrada Escritura que contiene su palabra, los bienaventurados que lo poseen en la gloria, las almas que sufren en el purgatorio y los hombres que viven en la tierra.

Dice San Agustin que el don de piedad da a los que lo poseen un respeto amoroso hacia la Palabra de Dios. Y así como da espíritu de hijo para con los superiores, espíritu de padre para con los inferiores, espíritu de hermano para con los iguales, entrañas de compasión para con los que tienen necesidades y penas, y una tierna inclinación para socorrerlos, a nuestra Madre Santísima le concede esa plena e irrenunciable adhesión a su maternidad respecto al Verbo Encarnado y, por quién es Cabeza de la Iglesia,  la maternidad para con el Cuerpo Místico de Cristo.

 Este es el principio del dulce atractivo que la lleva hacia Dios y de la diligencia que ponen en su servicio. Es también lo que la lleva a  afligirse con los afligidos, llorar con los que lloran, alegrarse con los que están contentos, soportar sin aspereza las debilidades de los enfermos y las faltas de los imperfectos; en fin, hacerse Madre para todos.

En el alma de la Inmaculada, todo cantaba a Dios sin resistencia alguna, en perfecta armonía de sus potencias y de todos sus actos, al soplo del Espíritu Santo. Su plenitud de gracia y santidad, su total correspondencia con las más ligeras inspiraciones divinas, su deseo único de glorificar a Dios, hicieron de la Virgen María el templo vivo más hermoso de la Santísima Trinidad. María es la criatura que más gloria dio al Señor.



"Padre, líbranos de todo lo que ha tomado el primer lugar en nuestra vida y que impide que Tú ocupes ese lugar. Padre, sana nuestras relaciones a fin de que seamos curados y lleguemos a ser santos. Danos amor unos por otros, Te lo suplicamos y sana las relaciones que están lastimadas en las familias, a fin de que cada esposo pueda decirle a su esposa: "Te deseo el bien", que cada esposa pueda decirle a su esposo: "También yo te deseo el bien," que los padres unidos puedan decir a sus hijos eso mismo y también éstos puedan responderles igual. Que el bien encuentre espacio en las familias, de tal modo que en todas las familias, por Jesucristo, Tu Hijo, puedan vivir en paz y en el bien. Concede el gozo a todos los corazones y especialmente a los que en estos momentos están tristes porque nadie los ama, porque piensan que nadie les desea el bien y por favor, libera todos los corazones del odio y de cualquier sentimiento negativo, para que la alegría ilumine a todas las personas. Y danos el espíritu de oración para que nuestro corazón esté constantemente extendido hacia Tu Hijo Jesús. Te suplicamos que nos envíes a Tu Espíritu Santo para que El pueda transformarnos en nuevas personas que viven en Ti y actúan a partir de Ti, por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén."


(Fray Slavko , Medjugorje, Enero 27 de 1998)