El santo abandono de María

 



El santo abandono de María 




Mensaje, 16 de octubre de 1986


“¡Queridos hijos! También hoy deseo mostrarles cuánto los amo. Pero me duele no poder ayudar a cada uno de ustedes a comprender mi amor. Por tanto, queridos hijos, los invito a la oración y al abandono total a Dios, porque Satanás desea alejarlos de Dios a través de las cosas cotidianas y tomar el primer lugar en sus vidas. Por eso, queridos hijos, oren continuamente. Gracias por haber respondido a mi llamado!”



El Santo Abandono es el acto mas perfecto de amor a Dios que un alma pueda producir... El que da a Dios su voluntad se da así mismo y da todo...  Esta es la manera más noble, más perfecta y más pura de amar... Más si el abandono perfecciona las virtudes, perfecciona también la unión del alma con Dios...

El Santo abandono nos hace reconocer nuestra nada y esperarlo todo de El , dejando que sea El quien conduzca nuestra vida y El que nos lleve a la santidad.

El abandono es unión total y conformidad a la voluntad de Dios hasta el extremo de estar dispuestos de antemano a dejar todo y recibir con amor todo lo que El mande.  Confiar y esperar tranquilamente los acontecimientos que El ha destinado para nuestra salvación y luego aceptarlos con sumisión fiel y amorosa.  Dios es Supremo Rey y como tal tiene autoridad para disponer de nosotros como El desee.  El puede probarnos tanto exteriormente, como interiormente, por eso es necesario que nuestro ser esté desapegado de todos estos bienes para que este pronto a responder conforme a su voluntad.

Para lograr este desprendimiento es necesaria la obediencia y la humildad.  Es encontrar a Jesús en el olvido total de nosotros mismos, escucharle, obedecerle y con humildad adentrarnos en el camino que El ha delineado para  nuestra perfección.  Es morir una vez y otra vez a nuestra voluntad para quedar completamente unidos a El.

El alma no puede volar con libertad a los brazos de Jesús si las voluntades están atadas a la carne, debe cortar todo aquello que le impida volar con libertad al fin que Dios le tiene deparado   y llegar a la íntima unión con El.

   Toda la vida de la Virgen María nos muestra ese completo abandono a la voluntad del Señor, y la comunión con su plan.  Desde la Anunciación hasta el Calvario la voluntad de la Virgen estuvo en completo abandono a la voluntad del Padre. Para ser colaboradores con el plan de Dios debemos ante todo creer que El puede hacer maravillas en nosotros; tener comunión con su voluntad y perseverar en esta comunión.  Todo es imposible si anteponemos nuestro deseo y voluntad.

Así como vemos el abandono de Abraham y de la Virgen María, este mismo ejemplo lo podemos encontrar en la vida de todos los Santos.

Santa Teresa de los Andes decía:  “Lo único que quiero para ti es que cumplas la voluntad de Dios.  Abandónate a ella con sencillez filial y repite siempre esta máxima de Santa Teresa, aún en las circunstancias mas difíciles: “Dios sabe y el me ama.” 

Si no estamos en gracia con Dios nunca podremos escuchar su voluntad. El estado de gracia es semejante a una ventana donde los rayos del sol penetran sin encontrar ningún bloqueo que opaque la luz del sol, penetrando completamente e iluminando todo el lugar, dándole libertad al espíritu que  nos inunde con su Sabiduría y nos mueva con diligencia a responder con generosidad al plan de Dios.  Cuando perdemos la gracia los rayos del sol llegan a la ventana pero no penetran en el cuarto porque hemos puesto como una cortina que bloquea la luz.  Por eso para poder ver y entender la voluntad de Dios es necesario estar en gracia, y no rebelarnos a su voluntad.

Dice el Catecismo de la Iglesia: 

(N° 967) Por su total adhesión a la voluntad del Padre, a la obra redentora de su Hijo, a toda moción del Espíritu Santo, la Virgen María es para la Iglesia el modelo de la fe y de la caridad. Por eso es "miembro supereminente y del todo singular de la Iglesia" (LG 53), incluso constituye "la figura" [typus] de la Iglesia (LG 63).


"Este es el gran tema de la espiritualidad mariana -- la voluntad de Dios. La Fiesta de la Anunciación, el día en que Ella nos dio este mensaje, nos ayuda a entender mejor su deseo. María es a menudo llamada la 'Nueva Eva' o la 'Madre de los vivientes' y esto, no por mera coincidencia. Eva fue la mujer que desobedeció la voluntad de Dios. Ella conocía a Dios pero no Lo siguió. En un momento dado hace lo que le dicta su temperamento y desobedece la voluntad de Dios. Con ello, el hombre --y la humanidad entera-- perdió la amistad con Dios; el hombre tuvo miedo de Dios y ya no pudo tolerar el camino de Dios. María es la nueva Eva que, con un poco de temor, pregunta cómo podrá suceder todo eso --llegar a ser la Madre de Dios--. Pero no se trataba de una negativa, sino sólo de pedir una explicación. Así, cuando el Angel le dijo: "... porque para Dios nada es imposible", María respondió: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra." No dijo que lo hubiera entendido todo, sino que iba a confiar. Ella creyó y con estas palabras, "Hágase tu voluntad," se inició el nuevo camino para el mundo. La conversión de la historia del mundo ocurrió por medio del 'sí' de María a la voluntad de Dios. Por tanto, ¿qué otra cosa podría desear María sino que cada uno de nosotros --y esto, de nuevo en este preciso momento-- diga: "Hágase tu voluntad." La voluntad de Dios es lo que es bueno para nosotros. Podemos pedir cualquier cosa, pero Jesús mismo nos enseñó la Oración del Señor, a fin de que nuestro corazón diga también: "Hágase tu voluntad". Dios tiene planes para nosotros y quiere que nosotros colaboremos con El; pero a menudo nos apartamos de El por el miedo y la desconfianza y de ello simplemente debemos liberarnos. Nuestra voluntad debe cooperar con la voluntad de Dios y estamos, por así decirlo, obligados a buscar primero la voluntad de Dios y a aceptarla. Corremos siempre el peligro de distanciarnos de Dios cuando queremos seguir nuestra propia voluntad. Esto sucede porque nuestro entendimiento, nuestra libertad y nuestras habilidades son muy limitadas y por eso, fácilmente nos equivocamos en nuestras decisiones. De ahí que el camino más seguro para cooperar con la voluntad de Dios sea el buscarla siempre y aceptarla siempre, aún en las cosas más pequeñas. En general, podemos decir que todos conocemos por supuesto cuál es Su voluntad, porque ésta es que nuestro amor, nuestra fe, nuestra esperanza y confianza en El crezcan siempre más. Así seremos capaces de edificar una nueva relación con nosotros mismos, con Dios y con los que nos rodean. Debemos cuidar que nuestras oraciones no se conviertan todas en una lucha contra la voluntad de Dios o que a través de la oración tratemos de cambiar Su voluntad, porque es Dios quien espera que la nuestra cambie. Una vez me contaron que alguien había estado orando por algo durante muchísimo tiempo y nada sucedía, así que le dijo a Dios: "¿Señor, no sería bonito que aunque fuera por una sola vez Tú cooperaras con mi voluntad?" Debemos tener cuidado también cuando decimos que algo es "voluntad de Dios" y particularmente en lo que concierne al sufrimiento. La voluntad de Dios es sólo lo que es bueno para nosotros y aún cuando padezcamos o experimentemos inocentemente un sufrimiento o que no tenga explicación, tal como el de los niños u otros inocentes, aún entonces podemos esperar y creer que todo será para bien y que incluso allí hay una razón para ello. Esto, también cuando nunca lleguemos a descubrirla. A causa de la desconfianza en tantos corazones, existe hoy tanto miedo, depresión, falta de voluntad o la voluntad de destruirse uno mismo e incluso destruir a los demás. En cierto modo podemos decir que Dios merece nuestra confianza. El es un Dios bueno y Su voluntad es que vivamos en paz. Seguramente, pues, que todos pediremos a María que nos alcance la paz, que nos ayude a descubrir la voluntad de Dios, que seamos protegidos de nuestra propia voluntad. Y es que todos sabemos que a menudo sucede que nuestra propia voluntad nos lleva de la paz a la angustia, de la luz a la oscuridad, del amor al odio y de la vida y a la muerte. Debemos, por tanto, a la luz de Dios y con Su fuerza, vencer nuestra voluntad y someternos a la voluntad de Dios."

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"Dios, Padre nuestro, Te damos gracias por hablarnos en este tiempo a través de María. Te pedimos el don del ayuno y la renuncia y que nos liberes de todo lo que nos impide estar cerca de Jesús, Tu Hijo, el Emmanuel. Libéranos de toda soberbia y egoísmo y de cualquier miedo o desconfianza. Danos un profundo anhelo por Su cercanía y a través de El, por la cercanía a Ti, oh Padre. Danos el espíritu de oración y a través de Tu Espíritu revélanos Tu voluntad para nosotros. Ayúdanos a vencer nuestra propia voluntad y que nunca más Tu voluntad nos distancie de Ti. Danos la fortaleza para que, a través de nuestra vida, lleguemos a ser apóstoles del amor. Perdónanos por todo lo que no es amor en nosotros. Te pedimos a nombre de todos los bautizados y de todos los que se llaman cristianos que podamos decidirnos por el amor y la paz. Te rogamos que nuestros corazones se abran a la resurrección que Tú, oh Jesús, nos ofreces por medio de Tu Resurrección. María, contigo le pedimos al Señor que nos bendiga a todos, a todos los peregrinos y al mundo entero, a fin de que este año del Espíritu Santo seamos iluminados y que por T u intercesión encontremos el camino al Señor. Por Cristo Nuestro Señor, ¡una feliz Pascua de Resurrección! Amén."

(Fray Slavko Barbaric, Medjugorje, Marzo 27 de 1998)



Atentamente Padre Patricio Romero