María Medianera

 












María Medianera


A María se la llama Medianera de la Gracia desde muy antiguo. Este título se le reconoce en documentos oficiales de la Iglesia y ha sido acogido en la liturgia, introduciéndose en 1921 una fiesta dedicada a María Medianera de todas las gracias.

«María, que en vísperas de Pentecostés intercedió para que el Espíritu Santo descendiera sobre la Iglesia naciente, interceda también ahora. Para que ese mismo Espíritu produzca un profundo rejuvenecimiento cristiano en España. Para que ésta sepa recoger los grandes valores de su herencia católica y afrontar valientemente los retos del futuro» (San Juan Pablo II en España).

Trajo al mundo al Redentor, fuente de todas las gracias. María dio su consentimiento libre para que viniese el Salvador al mundo: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc. 1, 38). 

En contraposición con Eva, que con Adán amarran su descencia en la esclavitud del pecado, María por su obediencia, esplendor de los méritos de Cristo, inaugura el tiempo de la salvación. Y si aquélla era «madre de los vivientes», la «Nueva Eva» es madre de los que viven por la fe y la gracia.

La doctrina de la Virgen María como Medianera de todas las gracias es una verdad enseñada por el Magisterio Ordinario Universal, que sostiene que todas las gracias de conversión y santificación, merecidas por Nuestro Señor a través de su Pasión y muerte en la Cruz, han sido confiadas a la Virgen María a fin de que las distribuya a los hombres de buena voluntad “cuando Ella quiera, a quienes Ella quiera, en cuanto Ella quiera” (San Bernardo). 

San Luis María Grignion de Montfort nos hace comprender que la verdadera y perfecta devoción a la Virgen María está basada en esta verdad, mostrando todo lo que la expresión “María, nuestra Madre y Medianera” significa para nuestra vida personal, para nuestra conversión y santificación; Si Dios ha querido “darnos todo por María” (San Bernardo) y nada sino por María, nosotros no volveremos tampoco a Dios sin Ella; si queremos vivir cristianamente según la voluntad de Dios, toda nuestra vida debe estar penetrada por María, dirigida por María; en la medida en que Ella esté presente en nosotros, y nos esforcemos por hacer todo a través de Ella, con Ella, en Ella, y para Ella, Dios nos dará sus gracias. 

Puesto que Dios no nos obliga, sino que quiere nuestro libre consentimiento a su acción salvífica, la Santísima Virgen puede ejercer su papel de Medianera en nosotros solamente si lo deseamos, si lo aceptamos por un acto de voluntad, por un “sí” meditado y decisivo. 

    
                                                                            
                                                    

Mensaje, 25 de agosto de 1997

“¡Queridos hijos! Dios me da este tiempo como un don para ustedes, para poder enseñarles y guiarlos por el camino de la salvación. Ahora, hijitos, no comprenden esta gracia, pero llegará pronto el tiempo cuando añorarán estos mensajes. Por tanto, hijitos, vivan todas las palabras que les he estado dando durante este tiempo de gracia y renueven la oración, hasta que la oración se convierta en gozo. Invito especialmente a aquellos que se han consagrado a mi Corazón Inmaculado para que lleguen a ser ejemplo para los demás. Invito a todos los sacerdotes, religiosos y religiosas a rezar el rosario y a enseñar a rezarlo a los demás. El rosario es para mí, hijitos, algo especialmente querido. Mediante el rosario abran su corazón y así los puedo ayudar. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado! ”


Comentando este Mensaje, el Padre Slavko Barbaric decía:

"...Esta gracia o este tiempo de gracia es tan grande, que realmente nos encontramos delante de un misterio del amor de Dios por nosotros. Y todos los que han seguido los mensajes con el corazón y que los han esperado cada mes con gozo, estarán tristes; pero hay también quienes no sólo no comprenden esta gracia, sino que absolutamente rechazan este tiempo de gracia que Dios nos ha dado a través de María. Esos ciertamente entienden aún menos, no reconocen suficientemente los signos de los tiempos y seguramente no se lamentarán después de estos mensajes. Pero creo que de nuevo debemos escuchar cuidadosamente el siguiente renglón y al hacerlo así, obtener un claro entendimiento de cuál es la esencia de todo..." (Fray Slavko, comentario Agosto 29 de 1997).



Dice S.S.Pío XI: «Por lo cual, al glosar —los Padres y escritores de la Iglesia— las palabras con las que Dios, vaticinando en los principios del mundo los remedios de su piedad dispuestos para la reparación de los mortales, aplastó la osadía de la engañosa serpiente y levantó maravillosamente la esperanza de nuestro linaje, diciendo: “Pondré enemistades entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya” (Gén 3, 15), enseñaron que, con este divino oráculo, fue de antemano designado clara y patentemente el misericordioso Redentor del humano linaje, es decir, el unigénito Hijo de Dios, Jesús, y designada su Santísima Madre, la Virgen María, y al mismo tiempo brillantemente puestas de relieve las mismísimas enemistades de entrambos contra el diablo. Por lo cual, así como Cristo, mediador de Dios y de los hombres, asumida la naturaleza humana, borrando la escritura del decreto que nos era contrario, lo clavó triunfante en la cruz, así la Santísima Virgen, unida a Él con apretadísimo e indisoluble vínculo, ejercitando con Él y por Él sus sempiternas enemistades contra la venenosa serpiente y triunfando de la misma plenísimamente, aplastó su cabeza con el pie inmaculado». (Ineffabilis Deus)

 Es casi humanamente imposible expresar con mayor precisión y claridad la doctrina de la importancia de María Santísima  en el plan redentor de Jesucristo nuestro Señor.

  El Triunfo de Cristo y la primacía de la gracia en el corazón de los fieles, en la historia y las naciones, por designio de Dios,  no sería posible,  si la "Llena de Gracia" no hubiera  aplastado  la cabeza del principe de las tinieblas, con la humildad y pureza de su Inmaculado Corazón. 

 Oremos con fervor y constancia durante este mes, por los planes de la Reina de la Paz. Que nuestras familias sean transformadas en cenáculos de oración, defensa de la fe y escuelas de la santidad del amor y la vida cristiana.

Atentamente Padre Patricio Romero.


 Se puede rezar el Santo Rosario