La Humildad de María





ORACIÓN INICIAL



 

La Humildad de María


  La Virgen fue la primera oyente de la palabra de Dios. En Ella, como en Abrahán, Moisés, los Profetas… sucedió algo desconcertante: Dios le dirige la Palabra, se revela y pronuncio su dulce nombre: María la llena de Gracia. Como recientemente en la “Lumen Fidei”, nos ha comunicado el Papa Francisco: La fe está vinculada a la escucha… de este modo la fe adquiere un carácter personal en la vida de la Virgen. En la anunciación “Dios no se manifiesta como el Dios de un lugar, ni tampoco aparece vinculado a un tiempo sagrado determinado, sino como el Dios de una persona, el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, capaz de entrar en contacto con el hombre y establecer una alianza con él. La fe es la respuesta a una Palabra que interpela personalmente, a un Tú que nos llama por nuestro nombre (Cf. LF 8). Como muy bien sabemos María responde a la llamada de Dios con un SI, un sí que es abrirse a una vida nueva, aun futuro marcado por el Dios de la esperanza que hace posible lo que humanamente a nosotros nos parece imposible. La familia han de estar siempre abiertas a la acción del Espíritu Santo acogiendo como María la Palabra de vida que Dios nos comunica, para ello hemos de recuperar en nuestros hogares un verdadero clima de oración y meditación asidua, un clima de autentica piedad mariana.

            “La fe “ve” se hace luz en la medida en que camina, en que se adentra en el espacio abierto por la Palabra de Dios” (LF 9). Queridos hermanos necesitamos urgentemente adentrarnos en el misterio de Cristo, dejarnos seducir por sus palabras, dejarnos sorprender por Dios como se dejo sorprender María la Virgen de la Escucha, la Virgen dócil a la dulce voz del Espíritu, necesitamos que en definitiva el evangelio resplandezca con  toda su fuerza en nuestras vidas y que su luz guie nuestros pasos.

Dice San Agustín:  "Después de lo que se le dijo a Adán, a lo cual se sustrajo el Hijo de María, se debe también considerar lo que se le dijo a Eva; si es general para todas las mujeres o si en algo se sustrae María, pues está escrito dijo también Dios a la mujer: multiplicaré tus tribulaciones y tus preñeces; parirás los hijos con dolor y estarás bajo la potestad de tu marido y él te dominará."

"María, cuya alma fue traspasada por una espada de dolor, soportó la tribulación, pero no multiplicó sus preñeces, ni vivió bajo varón, es decir, bajo la potestad del marido, la que engendró a Cristo del Espíritu Santo con las entrañas intactas y permaneció virgen, quedando intacta la integridad de la virginidad. Como le engendró sin la inmundicia del pecado y sin el detrimento viril de la unión, engendró sin dolor y sin quedar violada su integridad, permaneció íntegra en el pudor de la virginidad. Pudo hacer esto de una madre, porque Dios eligió nacer así del hombre. Así pues, María comparte las tribulaciones de Eva, pero no comparte el parir con dolor, pues mereció de El esta singular santidad, gracia por cuya aceptación es extraordinariamente estimada digna de Dios. No escapa inmerecidamente, en virtud de un aprecio verdadero, a algunas de las cosas que dijo a Eva la que guarda tanta gracia y realza la prerrogativa de la dignidad. Cuánto puede el poder de Cristo, muestra la universalidad del mundo; cuánto la gracia, muestra la integridad de María, la cual es contraria a la naturaleza y, por tanto, a lo usual. Así pues, ¿qué sucederá si entre tanta diversidad decimos que ésta, de la cual Dios quiso nacer y compartir la sustancia de la carne, estuvo sometida a la muerte de la suerte humana y sin embargo no la retuvieron sus cadenas? ¿Acaso será impío decirlo? Pues sabemos que Jesús, que dice de sí mismo me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra, lo puede todo." (Tratado Asunción)

Cristo nos exhorta: “Todo el que se ensalce será humillado y quien se humilla será exaltado.” Jesús nos enseña la importancia de la humildad y sencillez en nuestro camino cristiano. En este sentido, tenemos mucho que aprender de la Santísima Virgen María, que se humilló a sí misma. Su humildad fue tan notable y noble que Dios la exaltó para ser la madre de su hijo Jesucristo.

María testifica esto a través de su magníficat: “Mi alma glorifica al Señor…porque ha mirado la humillación de su esclava…Él hace proeza con su brazo…derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes”(Lc 1:47. 59). Por lo tanto, no es necesario preguntarse por qué Cristo era humilde. Ya tenía padres humildes y aprendió humildad de ellos. Así que, debemos imitar la humildad de Cristo y María para ser como ellos.

No hay nada que perder por ser humilde. Proverbio nos dice que: “La humildad y el temor del Señor trae riquezas, honor y vida” (Prov 22:4). Por el contrario, el orgullo resulta en derrota y vergüenza. Cualquier vida espiritual que no se basa en humildad definitivamente será una vida vacía. Esto es porque, tal cristiano sólo funcionará por sí mismo y sin respeto por las opiniones de los demás.


Mensaje, 25 de abril de 2004

“¡Queridos hijos! También hoy los invito a vivir aún más fuertemente mis mensajes en humildad y amor a fin de que el Espíritu Santo los llene de su gracia y de su fuerza. Solamente así serán testigos de la paz y del perdón. ¡Gracias por haber respondido  a mi llamado!


"Solamente en humildad y amor podemos conocer a Dios y reconocer los mensajes de la Virgen como mensajes del Evangelio, mensajes del Reino de Dios que desea comenzar a vivir en nosotros y a través de nosotros en este mundo. Dios en Jesús se humilló y descendió hacia nosotros a fin de que nosotros pudiéramos comprenderlo y escucharlo. Jesús en la última cena lava los pies a sus discípulos. El, Dios, se inclina para limpiar los pies de sus discípulos. Lavar los pies a alguien es tarea de un sirviente o de un esclavo. Para lavar los pies de alguien, hay que inclinarse o arrodillarse ante alguien. Hay que inclinarse para llegar al pie de alguien. Precisamente es eso lo que hace Jesús. El se arrodilla ante los discípulos y los mira desde abajo hacia arriba, como un niño pequeño que mira a los adultos, desde abajo hacia arriba porque es pequeño, como si les quisiera preguntar: ¿Me aceptas? Dios le habla al hombre desde abajo hacia arriba, su palabra resuena con humildad. Y el hombre espera que la Palabra de Dios venga en sentido contrario - ¡es por eso que no puede escuchar a Dios!

También la Virgen nos habla aquí, podríamos decir, desde abajo hacia arriba. Habla con palabras de niña que todos pueden entender y nos pregunta: ¿Quieres aceptarme, quieres escucharme a fin de que la vida por medio del Espíritu Santo pueda florecer en ti y te conviertas en testigo de lo que más necesitamos, es decir, de la paz y del perdón? Escuchemos a María que nos habla y seremos felices ya aquí en la tierra." (Fray Ljubo Kurtovic, Medjugorje, 26.04.2004)

La Iglesia nos enseña que: “La humildad es la fundación de oración.” (CIC 2559). Sólo un corazón humilde puede venir y postrar delante de Dios en oración. Una persona humilde siempre está dispuesta a pedir dirección a Dios y a los demás. También, está lista para escuchar y aprender de los demás. Se necesita humildad para decir: “por favor” y para pedir perdón.


Padre Patricio Romero



ORACIÓN FINAL