El desasimiento en María


 


El desasimiento en María



El desprendimiento que causa la fe

En San Pablo se nos describe con frecuencia, rlfruto de la gracia, comprendida como la doctrina del desasimiento y despojamiento de lo que no es Dios, es  correspondiente al revestimiento cristiano, en el más perfecto desapego de sí mismo y el abandono confiado en Dios y en quien lo representa, la humildad más profunda y la abnegación total, el vacío o desnudez interior que abre el alma a la invasión divina y le vuelve a la verdadera libertad de los hijos de Dios.


Por eso podemos decir que el desasimiento es el estado del alma que está libre de todo afecto desordenado y egoísta hacia cualquier cosa o persona. Pero el desasimiento no es sólo privación y liberación de todo apego; en efecto, a menudo se usa por los autores espirituales en una acepción más amplia, de modo que viene a coincidir, más o menos, con las palabras casi sinónimas, de abnegación, renuncia, despojamiento, desapego, para recibir, abrazar y amar el verdadero bien y la auténtica verdad. El amor es el primero y mayor de los deberes. El amor da sentido y matriz al desapego.


Por algo la primera bienaventuranza dice: "Bienaventurados los pobres en el espíritu..." (Mt 5,3).


El consentimiento de la Virgen María a la invitación de Dios era fruto de su fe y de su amor. Y en aquel Fiat la Virgen se encontraba para vivir secundando la obra de Dios no obstante que para ello tuviera que pasar por todas las pruebas propias de una fe que supera, que exige y que hiere las fibras más delicadas del ser.


Nada es absurdo para el que cree. Nada es insuperable para el que ama. Y ella amaba y creía en su Dios y a El se abandonaba. Su actitud era la de siempre : contemplar y volver a contemplar, con una mirada luminosa, el paso silencioso de Dios en su veda. Era Dios mismo quién la hacía sufrir y precisamente por causa de su Hijo. Esa era la verdadera prueba de fe, el dolor que rompía su noble alma en mil pedazos. Y Ella volvía a repetir conscientemente su palabra preferida : Fiat.


Hablar de progreso de la fe es hablar necesariamente de un perfeccionamiento, de una mayor comprensión y aceptación del misterio de Dios en nuestras vidas. La fe es una ascensión de silencio para llegar a comprender en la altura, en la cima, la plenitud de la palabra de Dios… ; pero mientras no se llegue a la cumbre, el camino será de esfuerzo, de superación, de adhesión, de continuo renunciamiento: un desasimiento.


Acercarse a Dios es acercarse a participar de su inexorable y sublime silencio. La fe impulsa a María a adherirse, con sublime amor, al misterio de Dios, sin andar exigiendo más de lo que en su plan le convenía.


La fe es pues la virtud que lleva consigo la impronta del silencio, que exige silencio íntimo y profundo en lo más medular del espíritu. A través del silencio interior de la  Virgen,  el silencio de Dios Padre se traduce en la donación de la Palabra, en la entrega a los hombres de su Verbo. Su silencio para nosotros no es silencio: es el Verbo eterno. María con su desasimiento es la única que en su contemplación plena y perfecta puede escuchar, acoger y amar el silencio majestuoso de Dios, en donde la fe se convierte en esplendor de visión, la esperanza en posesión cumplida y la caridad en amor consumado.



Mensaje, 2 de febrero de 2015 

“Queridos hijos, aquí me tenéis. Estoy aquí entre vosotros, os miro, os sonrío y os amo como solo una Madre puede hacerlo. A través del Espíritu Santo, que viene por medio de mi pureza, veo vuestros corazones y los ofrezco a mi Hijo. Desde hace tiempo, os pido que seáis mis apóstoles y que oréis por quienes no han conocido el amor de Dios. Pido la oración hecha con amor, que realiza obras y sacrificios. No perdáis el tiempo en pensar si sois dignos de ser mis apóstoles. El Padre Celestial juzgará a todos, pero vosotros amadle y escuchadle. Sé que todo esto os confunde, como también mi permanencia entre vosotros, pero aceptadla con gozo y orad para comprender que sois dignos de trabajar para el Cielo. Mi amor está en vosotros. Orad para que mi amor venza en todos los corazones, porque este es un amor que perdona, da y nunca termina. ¡Os doy las gracias! ”



Es muy natural que María desee esto de nosotros y que nos lo pida una y otra vez en su escuela. El primer lugar corresponde a Dios porque El es nuestro Creador. El solo es la razón de nuestra vida y, antes que nada, desea servirnos. Nosotros simplemente hemos de acostumbrarnos a esta palabra. Jesús desea servir primero a Dios, pero al mismo tiempo se ofrece a nosotros y desea servirnos. Por ejemplo, cuando dice que El es el camino, el gozo, la luz, la verdad, la vida, el gozo, la paz y el agua viva; todo ello es una verdad que realmente necesitamos. Necesitamos el camino, el gozo, la luz, la verdad, la vida, el pan, la paz y el agua viva. Dios se ofrece a nosotros y cuando damos a algo o alguien más ese primer lugar, nos apartamos de nuestro propósito y orientamos nuestra vida en una dirección equivocada. Dios se ofrece a nosotros, pero no se nos impone, de tal manera pues que debemos tener cuidado de no colocarnos nosotros mismos, a otros o las cosas materiales en primer lugar. Si damos este primer lugar a alguien más, habremos firmado nuestra sentencia de muerte espiritual, mental e incluso físicamente. El deseo más profundo de Dios es que vivamos, que nos vaya bien y que nos movamos alrededor del bien y permanezcamos en el bien.  (Fray Slavko Barbaric, Medjugorje, Diciembre 27 de 1997)


Señor Jesús, auxilianos con los dones del Espíritu Santo y  la sabiduría de Tu Providencia. Permite que nuestros corazones sean humildes y dóciles a los Mensajes, consejos y planes de la Reina de la Paz. Que su amor materno conquiste nuestros frios corazones, derribe nuestro Goliat y los Sagrados Corazones coloquen en nuestro interior el estandarte de su Reino de santidad, justicia y paz.  

  Que la Fe sea una virtud que no nos cansemos de pedir, para poder ver,  amar y elegir solo a Dios. Amén.


Atentamente Padre Patricio Romero




(Unirse a Gospa Chile)