Los Dolores de María


 

Los Dolores de María



Mensaje, 25 de septiembre de 2005


“¡Queridos hijos! Los llamo en el amor: conviértanse, aunque estén lejos de mi corazón. No lo olviden: yo soy su madre y siento dolor por cada uno que está lejos de mi corazón, pero no los dejo solos. Creo que pueden abandonar el camino del pecado y decidirse por la santidad. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado! ”




La Virgen comunicó a Santa Brígida de Suecia (1303-1373):


"Miro a todos los que viven en el mundo para ver si hay quien se compadezca de Mí y medite mi dolor, mas hallo poquísimos que piensen en mi tribulación y padecimientos. Por eso tú, hija mía, no te olvides de Mí que soy olvidada y menospreciada por muchos. Mira mi dolor e imítame en lo que pudieres. Considera mis angustias y mis lágrimas y duélete de que sean tan pocos los amigos de Dios."



Al mirar a María junto a la Cruz lo primero que nos llama la atención es el tipo de sufrimiento por el que quiso pasar; su dolor no es un dolor físico, como el que atraviesan los mártires, sino que como dirá San Alfonso María de Ligorio: “Si su cuerpo no fue herido por mano del verdugo, no obstante su corazón bendito fue traspasado del dolor de la Pasión de su Hijo; dolor que bastaba para darle no una sino mil muertes” (LAS GLORIAS DE MARIA, San Alfonso Maria de Ligorio)


Y más adelante escribe es mismo santo: “a la vista dolorosa de todas las penas que debía sufrir su pobre Hijo, padeció Ella un martirio muy largo y continuado por toda su vida” (LAS GLORIAS DE MARIA, San Alfonso Maria de Ligorio). Fijémonos que dice el Santo Doctor que la Madre de Dios sufrió toda su vida, esto es, desde antes de la misma Pasión redentora de Jesús, Ella ya padecía en su Inmaculado Corazón por las penas que el Verbo de Dios Encarnado, quería soportar. Por esto el dolor de María se asocia al dolor de su Hijo, y por eso también ella es llamada co-redentora, al querer con su fiat padecer, a semejanza de Jesús, por la redención del mundo. Lo cual lo confirma el Santo de Ligorio con lo que el ángel le dijo a Santa Brígida, que “entendiendo la Virgen cuánto debía padecer el Verbo Encarnado por la salud de los hombres, ya desde entonces y antes de ser hecha madre Suya, compadeciéndose de este salvador inocente, que debía ser sentenciado a una muerte tan atroz por delitos ajenos, comenzó a padecer cruel martirio" (LAS GLORIAS DE MARIA, San Alfonso Maria de Ligorio).


Pero, ¡Cuánto más habrá sufrido la que es gratia plena, llena de gracia, al ver pasar a su Hijo por los horrendos suplicios de la flagelación, verlo asimismo coronado de espinas, y presentado así a toda la multitud; al haberlo encontrado en el camino de la Cruz tan diferente que parecía otro, y finalmente verlo clavado y exánime por amor a los hombres! Por eso se dirá que la Santísima Virgen ha merecido la palma del martirio, sin la muerte. Y como se canta en el Himno de Vísperas de esta festividad:

 

 (…) ¡Oh! ¡Con cuántos suplicios estrujaron tu amoroso corazón los salivazos y bofetadas, los golpes, las llagas, los clavos, la hiel y el ajenjo, la esponja, la lanza, la sed, las espinas y la sangre!


 Sin embargo, la Virgen, mas intrépida que los mismos mártires, se mantiene en pie; por un nuevo milagro, no mueres, oh Madre, entre tantas causas de muerte, y crucificada por tan atroces dolores (…).


“¡Oh! Sobrado era la muerte de Jesús para salvar al mundo, y aun a infinitos mundos; pero quiso esta buena Madre, por el amor que nos tiene, con los méritos de sus dolores que ofreció por nosotros en el Calvario, concurrir a la causa de nuestra salvación. Y por eso dice San Alberto Magno que así como nosotros estamos obligados a Jesús por su pasión sufrida por nuestro amor, así también estamos obligados a María por el martirio que en la muerte del Hijo quiso padecer voluntariamente por nuestra salvación... porque conforme reveló el ángel a Santa Brígida, esta tan piadosa como benigna Madre nuestra prefirió sufrir todas las penas antes que ver privadas de redención a las almas y sumidas en su antigua perdición” (LAS GLORIAS DE MARIA, San Alfonso Maria de Ligorio).


La Iglesia es una comunidad integrada por la Iglesia gloriosa, purgante y peregrina; la gloriosa está en el Cielo, la purgante en el Purgatorio y la peregrina aquí en la tierra. Hay una correlación entre ellas, en el sentido de que la Iglesia gloriosa, está por supuesto íntimamente ligada con la Iglesia peregrina y la Iglesia peregrina, es decir, nosotros en la tierra, podemos ayudar a la Iglesia purgante por medio de nuestras oraciones y sacrificios. Estas tres realidades no están separadas unas de otras, sino que simplemente están interconectadas en el amor y a través del amor. Y cuando hay amor, uno siente compasión y, como dice San Pablo, cuando sufre alguno de los miembros de la Iglesia, la Iglesia entera sufre o cuando alguno de los miembros del cuerpo sufre, el cuerpo entero sufre. Así pues, María, a través de su contemplación y su vivencia de la Pasión de su Hijo Jesús, es de hecho un ejemplo para que nosotros hagamos lo mismo. Ella está con nosotros, como nuestra Madre y Maestra y quiere enseñarnos cómo debemos vivir la Cuaresma y lo que este tiempo debe significar para nosotros. Cuando decidimos contemplar y vivir la Pasión de Jesús, nos acercamos a María y a Jesús mismo. De este modo, este tiempo de Cuaresma será más significativo para nosotros y éste es realmente el camino hacia la Resurrección." (Fray Slavko Barbaric, Medjugorje, Febrero 29, 1999)



Danos Madre, Reina de la Paz, conocer con los ojos de la Fe, contemplar con la sabiduria del Espíritu Santo y sufrir con la caridad del Corazón de Jesús, la intensidad de Tu dolor materno. Necesitamos reconocer la intensidad de los sufrimientos que causan el padecimiento de tu Inmaculado Corazón, espada que te atraviesa al estar absolutamente unida  al Corazón de Jesús, y al abrazar como Madre, nuestro corazones, heridos por nuestros propios pecados, y los padecimientos de la Iglesia y la humanidad.      

Glorioso Patriarca San José, modelo de la templanza y la pureza de corazón, auxilianos con tu oración y ejemplo, para que nos afanes, la superficialidad y nuestras fragilidades y pecado, no nos hagan ciegos e indiferentes ante los dolores del Corazón Materno de la Paz.  



 Atentamente Padre Patricio Romero



(Unirse a Gospa Chile)