La contemplación en María


 


La contemplación en María




Mensaje, 30 de mayo de 1985


“¡Queridos hijos! Los invito nuevamente a la oración con el corazón. Que la oración, queridos hijos, sea el alimento diario para ustedes, sobre todo en estos días en los que el trabajo en los campo los fatiga a tal punto que no pueden orar con el corazón. Oren y así podrán vencer cualquier fatiga. La oración será para ustedes una alegría y un descanso. Gracias por haber respondido a mi llamado!”




"María nos enseña a orar, a hacer de nuestra plegaria un acto de amor a Dios y de caridad fraterna. Al orar con María, nuestro corazón acoge a los que sufren. ¿Cómo es posible que nuestra vida no se transforme de inmediato? ¿Cómo nuestro ser y nuestra vida entera pueden dejar de convertirse en lugar de hospitalidad para nuestro prójimo? Lourdes es un lugar de luz, porque es un lugar de comunión, esperanza y conversión.

Al caer la noche, hoy Jesús nos dice: “Tened encendidas vuestras lámparas” (cf. Lc 12,35); la lámpara de la fe, de la oración, de la esperanza y del amor. El gesto de caminar de noche llevando la luz, habla con fuerza a nuestra intimidad más honda, toca nuestro corazón y es más elocuente que cualquier palabra dicha u oída. El gesto resume por sí solo nuestra condición de cristianos en camino: necesitamos la luz y, a la vez, estamos llamados a ser luz. El pecado nos hace ciegos, nos impide proponernos como guía para nuestros hermanos, y nos lleva a desconfiar de ellos para dejarnos guiar. Necesitamos ser iluminados y repetimos la súplica del ciego Bartimeo: “Maestro, que pueda ver” (Mc 10,51). Haz que vea el pecado que me encadena, pero sobre todo, Señor, que vea tu gloria. Sabemos que nuestra oración ya ha sido escuchada y damos gracias porque, como dice San Pablo en su Carta a los Efesios, “Cristo será tu luz” (Ep 5,14), y San Pedro y añade: “[Dios] os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa” (1P 2,9).

A nosotros, que no somos la luz, Cristo puede decirnos a partir de ahora: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5,14), encomendándonos la tarea de hacer brillar la luz de la caridad. Como escribe el Apóstol san Juan: “El que ama a su hermano, permanece en la luz, y no hay nada que lo haga caer” (1Jn 2,10). Vivir el amor cristiano es al mismo tiempo hacer entrar en el mundo la luz de Dios e indicar su verdadero origen. Así lo dice San León Magno: “En efecto, todo el que vive pía y castamente en la Iglesia, que aspira a las cosas de lo alto y no a las de la tierra (cf. Col 3,2), es en cierto modo como la luz celeste; en cuanto observa él mismo el fulgor de una vida santa, muestra a muchos, como una estrella, el camino hacia Dios” (Sermón III, 5).

En este lugar, María sale a nuestro encuentro como la Madre, siempre disponible a las necesidades de sus hijos. Mediante la luz que brota de su rostro, se trasparenta la misericordia de Dios. Dejemos que su mirada nos acaricie y nos diga que Dios nos ama y nunca nos abandona. María nos recuerda aquí que la oración, intensa y humilde, confiada y perseverante debe tener un puesto central en nuestra vida cristiana. La oración es indispensable para acoger la fuerza de Cristo. “Quien reza no desperdicia su tiempo, aunque todo haga pensar en una situación de emergencia y parezca impulsar sólo a la acción” (Deus caritas est ). Dejarse absorber por las actividades entraña el riesgo de quitar de la plegaria su especificad cristiana y su verdadera eficacia. En el Rosario, ...se concentra la profundidad del mensaje evangélico. Nos introduce en la contemplación del rostro de Cristo. De esta oración de los humildes podemos sacar copiosas gracias." (Benedicto XVI, 14 de septiembre de 2008)




"Dios, Padre nuestro, en nombre de Tu Hijo Jesús, junto con María, Tu humilde sierva, la Reina de la Paz, queremos darte gracias por el amor que nos tienes. Queremos, sin embargo, pedirte ahora que el Espíritu Santo ilumine nuestro corazón, a fin de que podamos responder al llamado de María Santísima a la oración y que, en la oración, podamos abrirnos a Ti. Danos la gracia de poder reconocer de manera especial Tu amor por nosotros a través de las apariciones de María. Que a lo largo de toda nuestra vida podamos responder a Tu amor por nosotros. También Te pedimos por nuestras familias, llena los corazones de todas las madres y de todos los padres de familia, así como los de sus hijos, para que puedan renovar la oración y reconozcan Tu amor por ellos en la Sagrada Escritura. Que, como familias, puedan responder también al amor que Tú les tienes. Haz que entendamos Tu palabra y Tu amor y que ésta llegue a ser para nosotros la luz y la verdad. Danos a todos un nuevo corazón que sea semejante al corazón de María, para que también nosotros guardemos y reflexionemos activamente en Tu palabras. Te pedimos por todos los que sufren en este momento y que por ese motivo, pudiera dudar de Tu amor. Haz que el Espíritu Santo los ilumine y los conduzca a Ti, nuestro Padre bueno. En nombre de Tu Hijo Jesús y por intercesión de María Reina de la Paz, llévanos a todos al camino de la salvación, por Jesucristo Nuestro Señor. Amén." (Fray Slavko Barbaric , Medjugorje, Enero 29, 1999)