La maternidad de María


 


La maternidad de María




Mensaje, 25 de septiembre de 1993


“¡Queridos hijos! Yo soy su Madre y los invito a acercarse más a Dios por medio de la oración, porque sólo El es su Paz, su Salvador. Por eso, hijitos, no busquen consuelo en las cosas materiales; más bien, busquen a Dios. Yo estoy orando por ustedes e intercedo ante Dios por cada uno en lo individual. Yo busco sus oraciones, que ustedes me acepten a Mí y mis mensajes como en los primeros días de las apariciones. Y sólo entonces, cuando ustedes abran sus corazones y oren, sucederán los milagros. Gracias por haber respondido a mi llamado!”




La maternidad espiritual de María implica que ella es la dispensadora de la gracia divina. Jesucristo, ciertamente, es el único mediador (LG 60), pero María, con todo fundamento, «es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora», pues «la mediación única del Redentor no excluye, sino que suscita en las criaturas diversas clases de cooperación, participada de la única fuente. La Iglesia no duda en confesar esta función subordinada de María, la experimenta continuamente y la recomienda a la piedad de los fieles, para que, apoyados en esta protección maternal, se unan con mayor intimidad al Mediador y Salvador» (62). También esta doctrina tiene, lo veremos ahora, una profunda tradición en la Iglesia.

Benedicto XIV dice que la Virgen «es como un río celestial por el que descienden las corrientes de todos los dones de las gracias a los corazones de los mortales» (bula Gloriosæ Dominæ 27-IX-1748: DM 217). Pío VII llama a María «dispensadora de todas las gracias» (breve Quod divino 24-I-1895: DM 235). León XIII enseña que «nada en absoluto de aquel inmenso tesoro de todas las gracias que consiguió el Señor, nada se nos da a nosotros sino por María, pues así lo quiso Dios» (ep. apost. Optimæ quidem spei 21-VII-1891: DM 376). San Pío X enseña que María, junto a la cruz, «mereció ser la dispensadora de todos los tesoros que Jesús nos conquistó con su muerte y con su sangre. La fuente, por tanto, es Jesucristo; pero María, como bien señala San Bernardo, es «el acueducto»» (enc. Ad diem illum 2-II-1904: DM 488-489). Pío XI afirma que la Virgen María ha sido constituida «admnistradora y medianera de la gracia» (enc. Miserentissimus Redemptor 8-V-1928: DM 608). Pío XII dice que el Señor hizo a María «medianera de sus gracias, dispensadora de sus tesoros», de modo que «tiene un poder casi inmenso en la distribución de las gracias que se derivan de la redención» (radiom. 13-V-1946: DM 734, 737). Pablo VI confiesa que el Señor hizo a María «administradora y dispensadora generosa de los tesoros de su misericordia» (enc. Mense maio 29-IV-1965).

Una enseñanza tan reiterada en la Iglesia ha de considerarse como una doctrina de fe: ciertamente María es para todos los hombres la dispensadora de todas las gracias. Juan Pablo II destaca «la solicitud de María por los hombres, el ir a su encuentro en toda la gama de sus necesidades», como en Caná de Galilea: «No tienen vino». «Se da una mediación: María se pone entre su Hijo y los hombres en la realidad de sus privaciones, indigencias y sufrimientos. Se pone «en medio», o sea, hace de mediadora no como una persona extraña, sino en su papel de madre, consciente de que como tal puede -más bien «tiene derecho de»- hacer presente al Hijo las necesidades de los hombres. Su mediación, por lo tanto, tiene un carácter de intercesión: María «intercede» por los hombres» (Redemptoris Mater 21). A esa maternal mediación de intercesión acuden siempre, llevadas por el Espíritu Santo, las generaciones cristianas, que dicen una y otra vez: «Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros».




"Dios, Padre nuestro, en nombre de Tu Hijo Jesús, junto con María, Tu humilde sierva, la Reina de la Paz, queremos darte gracias por el amor que nos tienes. Queremos, sin embargo, pedirte ahora que el Espíritu Santo ilumine nuestro corazón, a fin de que podamos responder al llamado de María Santísima a la oración y que, en la oración, podamos abrirnos a Ti. Danos la gracia de poder reconocer de manera especial Tu amor por nosotros a través de las apariciones de María. Que a lo largo de toda nuestra vida podamos responder a Tu amor por nosotros. También Te pedimos por nuestras familias, llena los corazones de todas las madres y de todos los padres de familia, así como los de sus hijos, para que puedan renovar la oración y reconozcan Tu amor por ellos en la Sagrada Escritura. Que, como familias, puedan responder también al amor que Tú les tienes. Haz que entendamos Tu palabra y Tu amor y que ésta llegue a ser para nosotros la luz y la verdad. Danos a todos un nuevo corazón que sea semejante al corazón de María, para que también nosotros guardemos y reflexionemos activamente en Tu palabras. Te pedimos por todos los que sufren en este momento y que por ese motivo, pudiera dudar de Tu amor. Haz que el Espíritu Santo los ilumine y los conduzca a Ti, nuestro Padre bueno. En nombre de Tu Hijo Jesús y por intercesión de María Reina de la Paz, llévanos a todos al camino de la salvación, por Jesucristo Nuestro Señor. Amén." (Fray Slavko Barbaric , Medjugorje, Enero 29, 1999)